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Consejos nutricionales para combatir el hígado graso
Los síntomas que delatan un hígado graso son hinchazón abdominal después de comer, plenitud, digestiones pesadas y fatiga crónica. El control de las calorías de la dieta es clave, aumentar el consumo de fibra, reducir los azúcares y las grasas saturadas, aumentar los Omega-3 y suprimir cualquier tipo de bebida alcohólica.
Fibra
la fibra retrasa el vaciamiento gástrico. Esto provoca sensación de saciedad que contribuye a controlar el apetito y a reducir el peso. Además, la fibra limita el incremento de la glucemia tras las comidas y ayuda a controlar la resistencia a la insulina, habitual en las personas afectadas de hígado graso. Elegir el pan integral, al igual que arroz, pasta o cuscús. En el desayuno copos de avena o maíz al natural, sin azucarar. Incluir legumbres, entre 2 y 3 veces por semana, así como añadir las verduras a cada comida. Las de hoja verde son idóneas para la protección hepática.
El azúcar aumenta el nivel de triglicéridos y ácidos grasos libres, lo cual conduce al hígado graso. Son nocivas la fructosa y la sacarosa. Estos azúcares se concentran en el propio azúcar usado para endulzar o en edulcorantes (jarabe de maíz o fructosa) que se añaden a alimentos procesados azucarados (bollería, chucherías, refrescos, zumos...), pero también están presentes en alimentos que son dulces por naturaleza, como las frutas.
Prescindir de alimentos azucarados. Aprender a cocinar dulce sin recurrir a la adición de azúcar. Como endulzante se puede emplear la Stevia. Será conveniente limitar de forma temporal el consumo de fruta fresca por su aporte de fructosa a la dieta.
El exceso de grasas dificulta el metabolismo de los lípidos, con el consiguiente aumento de la concentración de ácidos grasos libres, lo que favorece la acumulación de grasa en hígado (esteatosis) y la progresión del hígado graso no alcohólico. El consumo de grasas saturadas y de grasas trans aumenta el riesgo cardiovascular, un aspecto que se debe prevenir si se padece esta patología hepática.
Consumo justo de aceite de oliva virgen extra (rico en ácidos grasos monoinsaturados), como reemplazo de los alimentos ricos en grasas saturadas (leche entera, nata, quesos, mantequilla, embutidos, tocino, carne grasa, bollería y repostería industrial que contenga aceite de coco o de palma). El alcohol es un tóxico para el hígado, un órgano dañado por la inflamación y el acúmulo graso. Eliminar el consumo de todo tipo de bebidas alcohólicas, incluidas las de baja graduación, como la cerveza, el vino, la sidra, el champán.
Diagnóstico
Diagnosticar hígado graso, o esteatosis hepática no alcohólica, es difícil porque no hay unos síntomas claros y definitorios. Aunque es frecuente que las personas afectadas manifiesten claros signos digestivos -hinchazón abdominal después de comer, plenitud o digestiones pesadas y largas-, estas molestias no se entienden como resultado de una afección hepática, sino más bien como molestias digestivas que se sobrellevan pese a su incomodidad.
El tratamiento evita complicaciones crónicas graves como la cirrosis o, incluso, el cáncer de hígado. Así lo asegura la Sociedad Española para el Estudio de la Obesidad (SEEDO), tras alertar de que el 90% de las personas con síndrome metabólico padecen hígado graso.
El diagnóstico se realiza mediante ecografía, pruebas de laboratorio hepático y biopsia hepática. La ecografía permite discriminar el grado de severidad de infiltración grasa en el hígado, como así también conocer si existe otro tipo de daño. Las pruebas de función hepática pueden no estar alteradas aun en presencia de infiltración grasa del hígado, pero en general están elevadas dos o tres veces los valores normales y se asocian a aumentos en los valores de glucosa, colesterol y triglicéridos en sangre. Es importante cuando están elevadas descartar otro tipo de hepatopatías, como hepatitis B y C.
La biopsia hepática es el método que brinda el diagnóstico en forma definitiva. Si bien no es necesaria en la mayoría de los pacientes con esteatosis, se requiere en aquellos con mayor riesgo de desarrollo de hepatopatía progresiva.
Omega-3, los protectores del hígado
Los bajos niveles de omega-3 se asocian con un aumento de la síntesis hepática de grasas, un aumento de la captación hepática de ácidos grasos libres circulantes y una disminución de la oxidación de ácidos grasos. La suma de estos tres factores empeora la esteatosis hepática.
La ciencia médica revela que un aporte adecuado de omega-3 (puede ser extra, en forma de complemento nutricional) es necesario para contrarrestar los efectos inflamatorios de las grasas saturadas y trans, así como para reducir la esteatosis hepática. Además, la ingesta de este tipo de ácidos grasos poliinsaturados tiene efectos favorables en los lípidos plasmáticos, en la función inmune y en la insulina. Sirve por tanto como complemento protector de afecciones cardiovasculares, ya que el hígado graso se considera un componente más del síndrome metabólico, claro factor de riesgo vascular.
Se debe consumir pescados azules, pero que al contener más grasa no siempre se toleran bien, por la dificultad inherente a la enfermedad para metabolizar las grasas. El terapeuta, tras estudiar la situación patológica del paciente, será quien valore la necesidad de tomar un complemento de ácidos grasos omega-3, así como la dosis y la duración del tratamiento complementario.
En la actualidad el hígado graso no alcohólico alcanza proporciones epidémicas y aproximadamente entre el 20 y 30% de los adultos de la población general la padecen. Esta cifra aumenta entre un 70 y 90% en aquellos individuos con obesidad o diabetes. La Fundacion Favaloro cuenta con un Programa de Prevención y tratamiento del hígado graso no alcohólico. El Servicio de Hepatología estrechamente vinculado con otras especialidades como Cardiología, Unidad Metabólica y Nutrición, conforma un equipo multidisciplinario destinado a la prevención y tratamiento del hígado graso no alcohólico.
Los pacientes con hígado graso no alcohólico generalmente reúnen los criterios diagnósticos de síndrome metabólico, es decir obesidad abdominal, hipertensión, dislipemia y diabetes. El reconocimiento y tratamiento de esta enfermedad es fundamental ya que tiene un rol de importancia en el desarrollo y progresión de la enfermedad cardiovascular, no solo por su asociación a otros factores de riesgo, sino porque investigaciones recientes han demostrado que el hígado graso en su fase inflamatoria puede independientemente contribuir a la enfermedad cardiovascular por la generación de moléculas llamadas proaterogénicas que, al viajar por el torrente sanguíneo, amplifican el daño arterial. De esta manera el hígado graso no solo es un marcador de riesgo sino que también está involucrado en la generación de enfermedad cardiovascular.
Quiénes tienen mayor riesgo?
La presencia de hígado graso (esteatosis) suele ser considerada como una enfermedad que regresa a la normalidad cuando es tratada adecuadamente. Sin embargo existe un grupo de riesgo que es el que presenta esteatohepatitis. En este tipo de pacientes el riesgo cardiovascular es elevado y el desarrollo de enfermedad hepática progresiva (fibrosis y cirrosis) si bien es menor, es posible.
Se recomienda una reducción gradual de peso —ya que si se baja de peso rápidamente se puede empeorar el cuadro— y la implementación de ejercicio físico. Desde el punto de vista médico, se recomienda la indicación de antioxidantes, que han demostrado prevenir la progresión de la enfermedad hepática a largo plazo.
Es importante destacar que no existe un tratamiento definitivo para el hígado graso no alcohólico y que su manejo y prevención deben hacerse a lo largo de toda la vida.

El Hígado Graso es una afección caracterizada por la acumulación de grasa en el hígado y es la enfermedad hepática crónica más común en el mundo occidental. La selección adecuada de alimentos y complementos favorece la recuperación de las células hepáticas, y hasta puede conseguir que el trastorno revierta, según la fase de desarrollo. Los consejos nutricionales para combatir el hígado graso son claves. Se requiere una dieta con fibra, sin azúcares, ni grasas malas y nada de alcohol. Los ácidos grasos Omega-3 están considerados los protectores del hígado.

